Mensaje de monseñor Raúl Biord, arzobispo de Caracas, sobre las lecturas de este 23 de febrero, VII domingo del tiempo Ordinario

Primicias24.com El respeto de la vida de su enemigo. No quiso matarlo en un impulso en el desierto. La lección para nosotros es que debemos ser magnánimos y respetar la vida de todos los hombres.

La regla de oro del comportamiento, propuesta por Jesús, supera con creces la simple reciprocidad del ojo por ojo y diente por diente. En el Evangelio nos encontramos el mandamiento nuevo de Jesús a sus discípulos: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, oren por todos los que los calumnian.

Hay una novedad importante. Ya no se trata de devolver el bien o el mal recibido. Eso no tendría ningún valor. El texto dice: Si aman solo a los que los aman, ¿qué mérito tienen? También los pecadores aman a los que los aman. Jesús nos pide algo más: obrar sin esperar nada a cambio, amar y perdonar a los enemigos.

El evangelista San Lucas nos pide ser misericordiosos como nuestro Padre es misericordioso.

No juzgar para no ser juzgados, no condenar para no ser condenados, perdonar para ser perdonados, dar para recibir, y la sentencia final nos advierte que con la medida que midamos, a los demás se nos medirá a nosotros.

El amor a los enemigos y la renuncia a la violencia para hacer justicia es lo que hace Dios día y noche con nosotros. Por eso Dios no tiene enemigos. Dios ama sin medida porque es misericordioso. Hace salir el sol sobre malos y buenos y llover sobre justos e injustos. Lucas no nos propone ser perfectos, sino misericordiosos. Esa es la forma para amar incluso a los enemigos y renunciar a la venganza, a la violencia, a la impiedad. Ser cristiano, es decir, ser seguidor de Jesús, no exige de nosotros ser héroes del Olimpo, sino hombres misericordiosos. Significa que seamos capaces de amar, inclusive a los enemigos, para llegar a ser y hacernos misericordiosos.

El beato José Gregorio Hernández es un gran ejemplo del amor de Dios que se hace caridad, regalo gratuito a los más pobres, signo del amor de Dios por los ha necesitado en nuestra patria, Venezuela. La segunda lectura, San Pablo escribiendo a los Corintios, nos habla de Adán y de Cristo. El primer hombre, Adán, se convirtió en ser viviente.

El último, Adán, en espíritu vivificante. Nos indica un camino de cesis, partiendo de lo material para llegar a lo espiritual. No darle tanto valor a las cosas materiales.

Aprender a desprender de lo material. No quedarnos presos de la vanagloria de este mundo, sino trascender a Dios, a lo espiritual, a lo que vale de verdad, a la fe, la esperanza y el amor. Estamos comprometidos en la construcción de la ciudad terrena, pero bien sabemos que somos ciudadanos del cielo, del reino de Dios, que ya palpita entre nosotros, porque solo Dios nos da la vida y la plenitud.