Leopoldo Puchi: Los peligros del trumpismo panamericano

Primicias24.com- Donald Trump luce impredecible y sus decisiones políticas no siguen una lógica evidente a primera vista. Se le consideraba un aislacionista, centrado en replegar a Estados Unidos dentro de sus fronteras y en darle prioridad a su lema de «hacer América grande de nuevo». En este contexto, sus posiciones respecto a Ucrania, México, Panamá o Venezuela pueden parecer erráticas o contradictorias. Sin embargo, al analizar su comportamiento con mayor detenimiento, se percibe un patrón subyacente. Más allá de su estilo disruptivo, hay una lógica: la redefinición de la estrategia estadounidense en función de los nuevos retos geopolíticos y económicos.


INAMOVIBLE
En primer término, toda administración estadounidense, cualquiera que sea su signo ideológico, actúa bajo un principio inamovible: la defensa de los intereses económicos que sustentan su hegemonía. Esto implica garantizar el flujo de su capital, recursos y mercados, así como la restructuración del sistema internacional de manera que permita a Washington mantener el control. Trump no rompe con esta dinámica, sino que la adapta a las nuevas realidades.


CHINA
El punto central reside en la identificación de un nuevo adversario estratégico: China, país que, desde su perspectiva, pone en juego el dominio económico de Estados Unidos no solo por su creciente presencia en los mercados internacionales, sino por su capacidad para disputar la supremacía tecnológica, industrial y financiera que Washington ha mantenido durante décadas. Para contrarrestar esta situación, Trump no solo apela a medidas económicas como la imposición de aranceles, restricciones comerciales y sanciones contra empresas chinas, sino que también recurre a herramientas ideológicas y culturales para construir una narrativa que busca consolidar el apoyo interno.


MODELO
La figura de Donald Trump ha dejado de ser un fenómeno exclusivamente estadounidense para convertirse en el referente global de una nueva derecha que combina autoritarismo, estilo demagógico, desregulaciones y guerras culturales. En América Latina, este modelo se expresa en líderes como Javier Milei en Argentina, Nayib Bukele en El Salvador, Daniel Noboa en Ecuador, Jair Bolsonaro en Brasil, quienes ven en Trump un aliado estratégico, y un modelo a seguir. En Venezuela, María Corina Machado representa esta corriente, lo que la ha distanciado de otros sectores de oposición.


PANAMERICANO
Bajo este paraguas, se articula lo que el analista Greg Grandin ha denominado “trumpismo panamericano”. El rechazo a los valores de equidad, inclusión social y diversidad son ejes centrales de esta nueva identidad. Estos temas, promovidos por actores como Vox y Elon Musk, sirven para cohesionar a esta derecha y proyectar una visión común de «orden». Además de la afinidad ideológica, su cercanía con Trump les brinda el respaldo de redes conservadoras transnacionales.


MOTOSIERRA
Pero más allá del espectáculo político, como la motosierra de Milei, el trumpismo panamericano responde también a una lógica geopolítica. Trump y su círculo no buscan el aislacionismo, sino un reordenamiento del mando estadounidense en la región. Esta es la paradoja del trumpismo en América Latina: un movimiento que se presenta como antisistema, pero que en realidad refuerza el dominio estadounidense y el de las élites económicas y políticas tradicionales, con una narrativa de renovación.


VOZ COLECTIVA
Los sectores progresistas y de izquierda tienen pendiente definir cómo enfrentar al trumpismo panamericano. Hace dos décadas, un amplio espectro político convergió para oponerse a las políticas de George Bush. Un arco plural que iba desde Fidel Castro y figuras como Hugo Chávez, Néstor Kirchner​ y Lula da Silva, hasta moderados como Tabaré Vázquez se plantó ante el Consenso de Washington. En aquel entonces, se frenó el ALCA y se cuestionó la hegemonía estadounidense con una voz que, aunque no siempre unificada, tuvo momentos de actuación conjunta.


PELIGRO
Hoy, esa voz colectiva no existe porque las diversas corrientes están divididas. De un lado, sectores como los representados por Chile y Guatemala; por otra parte, Venezuela, Cuba y Nicaragua, y en una posición distinta Brasil y Colombia.
Es comprensible que haya profundas diferencias, dado que existen distintas visiones. Sin embargo, las circunstancias son excepcionales y las amenazas, reales, aunque el estilo bufonesco de Milei o de Trump hace que muchas veces no se tome en serio el peligro que representan.
La pregunta es: ¿podrán las izquierdas latinoamericanas superar sus divisiones y enfrentar un adversario común que, como el trumpismo, no distingue entre ‘moderados’ o ‘autoritarios’, sino que busca desmantelar cualquier proyecto de autonomía nacional o de justicia social?.

Artículo escrito por Leopoldo Puchi