Primicias24.com.- En los últimos años hubo un crecimiento exponencial de la economía informal en Venezuela causado por diferentes causas, entre ellas, la evidente crisis social a la cual se aunó el confinamiento por la pandemia del coronavirus.
De acuerdo con un comunicado emitido a principios de abril por la Cámara de Comercio de Maracaibo, “el 65% de la población laboral del país forma parte del sector informal de la economía, el cual debe trabajar todos los días en función de poder cubrir sus necesidades básicas”.
Ante esto, es de suma importancia desglosar el porqué del aumento de la economía informal, en el que la población incurrió para trabajar sin un salario de quince y último:
- El salario mínimo al momento es de 1.871.501,12 bolívares, lo que hasta finales de marzo representaba un 0,8 décimas el dólar, por lo que comprar un cartón de huevo es toda una odisea al tener un valor de más de cuatro dólares.
- El Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF) presentó el pasado 13 de abril el Índice de Remuneraciones del Trabajador Venezolano (IRTV), donde el economista Omar Zambrano señaló que “el salario promedio de la economía en dólares es de $50 en el sector formal privado y de $4,7 mensuales en el sector público”, lo que a su juicio este último “está generando las peores condiciones a sus trabajadores”.
- El pago en divisas también está causando un crecimiento de la dolarización informal en un país donde el bolívar (moneda nacional) perdió valor y el dólar es la unidad monetaria que llegó para “ayudar” al venezolano.
- Sin embargo, aunque parezca imposible, la moneda americana entró en una hiperinflación dentro del territorio, evidenciado en el cambio de precios en los productos a diario. Por lo que, 50 dólares en Venezuela se volvió sal y agua.
“Sálvese quien pueda”
Para el economista Asdrúbal Oliveros, “estamos en una situación de sálvese quien pueda”, debido a la economía actual, afectada además por el brote del COVID-19.
“El tamaño del Estado se ha reducido drásticamente”, enfatizó Oliveros en entrevista para AFP, lo que a su juicio hace que los ciudadanos cubran sus necesidades aplicando lo que llamó “una economía del rebusque”.
“La calle me da más plata que la oficina”
Para constatar todo ello, el equipo de Entérate24 se fue a la calle, específicamente al oeste de Caracas, Catia, zona en la que desde el primer momento en que ingresas pareciera que la llamada “cuarentena, distanciamiento social y el buen uso del tapaboca” no aplicaran.
Al pisar Plaza Catia se observa un crecimiento gradual de personas vendiendo, a medida que avanzas por los bulevares hasta llegar a las inmediaciones del famoso mercado de Catia y la Plaza Pérez Bonalde, donde la gente, los buhoneros y los bachaqueros aturden con sus voces para que le adquieras o le vendas un producto.
Allí, se pudo conversar con uno de los trabajadores informales que se identificó como Carlos Ruíz, de 35 años, quien aseguró que en su momento trabajó como informático en un ministerio, aunque no especificó cual, pero lo dejó hace “unos meses” para arreglar computadoras en plena calle, logrando obtener hasta $10 en los días más flojos y $30 o más en los más concurridos.
“Trabajar para el gobierno ya no me estaba generando ingresos y no me daba para mantener a mi familia, ni siquiera para comer yo. Así que tuve que probar el trabajo por mi cuenta, y la verdad, es lo mejor que pude hacer la calle me da más plata que la oficina, aunque la pandemia bajó un poco mi ritmo de trabajo pero no he parado, ya que aquí puedes colocarte algunos días en la mañana o cuando hay flexibilización”, dijo Ruíz.
Unos pasos más allá, entre unos puestos de ropa y zapatos usados, se encuentra Zulay Brito, de 46 años, quien tiene un puesto de comida rápida, pan con papas y carne, afirmó que trabaja como secretaria en una escuela pública, pero el dinero no le alcanza, y aprovechando que no hay clases, decidió vender en la calle para poder sobrevivir junto a sus hijos.
“Sinceramente antes de la pandemia el dinero no me estaba alcanzado por lo que tuve que recurrir a buscar un trabajito extra así que he vendido desde café, cigarros, tortas hasta esto que estoy vendiendo ahorita”, explicó.
Aclaró que tuvo que cambiar lo que ofrecía al público porque llegaba un punto en que había una gran demanda de personas vendiendo lo mismo, lo que causaba que ya no tuviera ventas.
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“Ahorita me está yendo mucho mejor, pese a la cuarentena, y gracias a Dios porque cada vez es más difícil llevar el pan a la mesa”, comentó.
También se pudo conversar con Gregorio Martínez, de 27 años, quien repara teléfonos desde hace dos años y resaltó que él “no perdió su tiempo” buscando trabajo en alguna empresa, pues sabía que no le iba a dar para comer ni a él ni a su esposa e hija, por lo que decidió trabajar por su cuenta, “ser mi propio jefe”.
“Prefiero hacer esto porque trabajar en una empresa o local me quitan un porcentaje y eso no me conviene”, expresó.
Trabajo informal no es denigrante
Si bien el trabajo informal no tiene un contrato, no goza de protección social y los beneficios que la ley establece en materia laboral, es decir, no está debidamente regulada por el Estado y de alguna manera escondida de las cuentas nacionales, esto no quiere decir que sea denigrante y que las personas que la realicen no tengan valores ni una perspectiva de vida mejor para ellos mismos y sus hijos.
Todo lo contrario, son ciudadanos que buscan, a través de un trabajo honrado, obtener ganancias que les permitir cubrir sus necesidades y darle un mejor futuro de vida a los suyos; muchos de ellos son madres y padres que vendiendo en la calle formaron o están formando a un futuro profesional que pudiese ser el doctor, abogado o periodista de mañana.