Primicias24.com- Pese a los esfuerzos invertidos por la geopolítica imperial: ontología y cosmovisión centro periferia de supuesta superioridad anglosajona y su forma de concebir el poder: no admitir otra posibilidad sino continuar siendo el centro del mundo, la unipolaridad hoy se encuentra en declive. Asistimos a la reminiscencia potenciada al máximo de la Doctrina Monroe: ya no sólo América para los americanos del norte, el Mundo entero también arrodillado ante sus pies.
Las naciones viven un des-orden y se enfrentan a la destrucción sistemática de los Estados nación soberanos en complicidad con las oligarquías nacionales de cada país que conjuntamente con el imperialismo buscan crear el caos constructivo desestabilizándolos. Gobiernos paralelos o a la sombra, en connivencia con los poderes fácticos apuestan en constituirse en únicos administradores del mundo integrado y en caos que ellos mismos generan. Rusia y China lo saben: vienen por las riquezas de Venezuela; con ese fin del imperialismo se juega todo: No hay proyecto imperial sin geopolítica y no hay geopolítica sin base energética (Bautista).
En este tablero la utilización tradicional del poder se ha hecho menos factible apareciendo nuevas formas de presión, resultado de las lealtades transnacionales y las débiles estructuras internas. Es la vuelta a la doctrina Kissinger, quien aseguraba que la multipolaridad política imposibilita imponer un patrón americano: nuestro mayor peligro radicará en evocar la creatividad de un mundo pluralista, basar el orden en una multipolaridad política, incluso a pesar de la abrumadora fuerza militar… La eliminación de los enemigos requerirá mayores alianzas entre potencias o bloques de poder, verbigracia la alianza EEUU, Grupo de Lima y UE.
Nos debatimos entre el dilema de volver al siglo XVI, donde por costumbre se restringían las demandas de los dirigentes por “derecho divino” y podían éstos ejercerlo sobre sus súbditos, con una filosofía de gobierno mínimo, que busca acabar con el gran logro de la revolución francesa: basar la legitimidad del gobierno en el consenso popular. Este es el centro del conflicto ideológico hoy, el impasse.
Desaparecer el poder de la comunidad que se ejerció originalmente como democracia directa en las comunidades poco numerosas, permaneciendo como la última instancia del poder y el ejercicio por delegación a través de instituciones políticas fundamentadas en dicho poder consensual, poder instituyente y poder constituyente (Dussel)
Rescatemos el poder en sentido estricto: fuerza intuitiva de la comunidad que acumula potentia (potencia como resistencia ante factores externos y ante disidencias internas debilitantes y principalmente como fuente creadora de la vida política) esa potencia de las voluntades inorgánicamente unidas, cuando se pone en acción como poder político, se manifiesta, sin necesidad de dominar como una capacidad constructiva, tanto material de permanencia y acrecentamiento de la vida como formal de legitimidad procedimental y normativa en la toma de decisiones en organización de instituciones o el dictado de leyes (Dussel). Evitemos la aniquilación de la democracia popular como fuente de legitimidad.
María Alejandra Díaz
Constituyente
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