Primicias24.com– El fin de la segunda Guerra mundial, con todas sus secuelas de sangre, muerte, exterminio y destrucción, motivo en las potencias mundiales victoriosas del conflicto, un estado de conciencia sobre la necesidad de construir una institucionalidad universal, basada en un conjunto de valores y principios, que permitieran conjurar la posibilidad de otra hecatombe, y para ello se constituyo la organización de las Naciones Unidas, cuya carta fundacional daba relevancia a principios como la soberanía, la igualdad jurídica de los estados, la autodeterminación de los pueblos y la proscripción al uso unilateral de la fuerza, buscando unos mecanismos y unas metodologías que preservaran la solución pacifica de los conflictos.
El principio de soberanía, es consustancial a la definición misma de estado con sus componentes básicos de territorio, población y poder, y cobro relevancia en el sistema internacional desde la llamada paz de weftalia que puso fin a uno de los más largos y desgarradores conflictos en el siglo XV Europeo. Un estado ejerce su plena soberanía cuando es capaz de resguardar su integridad territorial, ejerciendo dominio efectivo sobre sus fronteras y amparando a sus ciudadanos frente a amenazas internas o externas.
La autodeterminación es un principio mucho más contemporáneo que aparece asociado a todo el proceso de descolonización que posterior a la segunda guerra mundial marco la descomposición y el fin de los imperios Europeos en Asia, América y África, y cuyo fundamento es precisamente el derecho democrático de los ciudadanos a escoger su destino `político, es decir no solo a optar por su independencia, sino a dotarse de las instituciones y el liderazgo que emerja del ejercicio de la soberanía popular.
Soberanía y autodeterminación, postulados inspirados en valores y principios de vigencia inobjetable, han sido desafortunadamente desprestigiados y cuestionados por regímenes políticos que pretenden que tales enunciados puedan dar cobijo y protección a las violaciones masivas a los derechos humanos, a la opresión y la tiranía sobre sus ciudadanos, o a la utilización de su territorio como base de operaciones del crimen organizado internacional. Y en el caso de la autodeterminación reivindican ese derecho omitiendo deliberadamente que su ejercicio está indisolublemente vinculado a la libérrima expresión sin mediatizaciones, ni cortapisas de la soberanía popular.
Desde la llegada al poder de Hugo Chávez, hace ya más de veinte años, Venezuela ha sufrido un vergonzoso proceso de declinación y degradación de su soberanía, auspiciada desde el gobierno, y cuyo rasgo más inocultable y protuberante ha sido el de la entrega de aspectos claves de nuestra integridad, seguridad y resguardo territorial a la monarquía comunista de los Hermanos Castro, que luego de agotar todos los medios políticos y logísticos para hacerse con el control de los recursos de Venezuela desde la década de los años sesenta del pasado siglo, impedido por la acción enérgica y patriótica de nuestras fuerzas Armadas que en buena hora y con un costo apreciable de sangre y muerte frustraron la obsesión fidelista de apoderarse de nuestras riquezas.
Pero además la preservación de nuestra integridad territorial, también se ha visto comprometida por la posición blandengue rayana en el entreguismo, a la hora de defender los derechos y reclamos históricos con nuestros vecinos de Colombia y Guyana. En el primero de los casos cuando se estuvo de espaldas al país a punto de firmar un acuerdo en la delimitación de las aguas marinas y submarinas en el golfo de Venezuela a todas luces lesiva a nuestros intereses, felizmente frustrada por la posición de la Armada Venezolana uno de cuyos asesores hizo público un memorándum donde se evidenciaba el despropósito.
En el caso de Guyana, desde el comienzo del gobierno de Hugo Chávez se asumió una actitud displicente y cómplice con todos los actos de ejercicio territorial y exploración y explotación de recursos en la zona en reclamación, todo ello a los fines de congraciarse con los pequeños países del Caribe anglo parlante que solidarios con la ex colonia británica, condicionaban sus votos en organismos como la OEA a cambio de esa actitud que desdice de lo que ha sido la posición de todos los gobiernos venezolanos desde el irrito laudo arbitral de París que a finales del siglo XIX nos despojo de 159.000 kilómetros de nuestro territorio.
La soberanía, es entendida por quienes desgobiernan a Venezuela, como un coto cerrado donde ellos tienen el derecho de hacer y deshacer con los ciudadanos del país, lo que les venga en ganas. Opresión, atropellos, pillaje, depredación, hambre, muerte, liquidación de libertades, destrucción, saqueo, todo eso pueden hacerse con desafío e impunidad resguardados en las fronteras nacionales y al amparo de la fuerza y la violencia, sin que la comunidad internacional tenga ningún derecho a intervenir o fijar posición frente a esos desafueros. Ignoran deliberadamente los sátrapas, que contemporáneamente los derechos humanos y la libertad de los ciudadanos tienen vigencia y valor universal, y que el moderno sistema internacional provee formulas legitimas para actuar cuando en cualquier país se pretenda supliciar y tiranizar a sus habitantes.
El principio de autodeterminación, que como un sonsonete invocan los voceros del régimen Venezolano, esta íntima e indisolublemente vinculado al principio democrático y este al ejercicio libérrimo de la soberanía popular. ¿Cómo puede invocarse la autodeterminación de un pueblo como el cubano donde desde hace más de sesenta años rige una tiranía que no permite la mas mínima posibilidad de que sus ciudadanos puedan manifestar su voluntad? La exigencia de elecciones libres, transparentes y creíbles que en un solo bloque reclama la oposición venezolana respaldada por la comunidad internacional materializaría precisamente el principio de autodeterminación, torcido y manipulado fraudulentamente por un sistema y un poder electoral tramposo, permitiendo de esa manera que los ciudadanos se auto determinen.
El rescate efectivo de nuestra soberanía, libre de toda tutela, intervención o mediatización foránea, y el ejercicio cabal del principio de autodeterminación ejercido por nuestro pueblo a través de elecciones libres y limpias, forman parte de una exigencia mayoritaria que pronto debe hacerse realidad.
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