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Opinión

María Alejandra Díaz: Constituyente o termidor

Para Díaz es una revolución, la mayoría de las veces violenta, un cisma histórico cuyo origen es democrático

Primicias24.com- Una constituyente es un acto teleológico jurídico, un acontecimiento voluntario como fuerza que se opone al anticristo (capitalismo) (Negri). Es un poder creador, presentación consensuada de la comunidad política -pueblo- que se institucionaliza como Estado en una Constitución como norma de normas. 

Proceso de recomposición política, fundante de un nuevo pacto político social constitucional asegurando la unión de las voluntades como garantía de poder en la construcción democrática hacia el futuro. Es una revolución, la mayoría de las veces violenta, un cisma histórico cuyo origen es democrático y que insurge en medio de condiciones insoportables de vida para el pueblo.

Poder originario, contrapoder absoluto que se presenta no como dominación sobre otros, sino como una fuerza que une a la comunidad. Potentia despojada de trama inicial, convirtiéndose en un acontecimiento voluntario absoluto (Negri).

Es el pueblo acumulando potentia; potentia como resistencia ante factores externos y ante disidencias internas debilitantes y principalmente como fuente creadora de la vida política (Dussel). Genuinos procesos de intensísima lucha de clases y de antagonismo social, en los que se impone la voz del pueblo. 

El auténtico dilema hoy entre Constituyente o Termidor se expresa entre una mayor y mejor democracia y el asalto y restauración oligárquica, que en forma de agresión, refleja la oligarquización de la vida política, económica y de los componentes sociales y democráticos, ejerciendo desde el poder, la violencia que desmoviliza al pueblo, despolitizándolo para poder manejarlos mejor, bloqueándolo. 

Termidor es una traición a una revolución realizada, una retrogradación de procesos democráticos inéditos y vigorosos, en los que la lucha por los derechos es capturada por los intereses del capital, hoy representados en bancos, fondos de pensiones, agencias de calificación de deuda, rentistas, grandes grupos empresariales, especuladores de todo tipo y partidos políticos. Que han conseguido hacerse de los mecanismos institucionales y democráticos de manera directa o indirecta, construyendo un entramado de dominación contra los Estados y contra los pueblos (Pisarello). 

En la Venezuela del 99 fue el rol político que jugó la entonces Corte Suprema de Justicia, quien encauzó a la revolución violenta que hubiese significado cerrar las puertas al torrente de demandas históricas transformadoras del pueblo, cuando dirimió el conflicto entre soberanía popular y supremacía constitucional, abriendo una vía, un dispositivo no previsto en esa Constitución del 61 y suscribió que mediante la manifestación de voluntad popular -referéndum consultivo- se remediara el impasse. 

Fuerzas disolventes pretenden detener estos procesos constituyentes, ralentizándolos, esterilizándolos, tratando de detenerlos incluso violentamente, extendiendo lo más posible la ilegitimidad en la que se encuentran esos países y la democracia sin pueblo que sostienen en base al terror, persecución criminalización de la protesta, judicialización de la política, tratando de evitar la revolución pacífica que significa una constituyente consensuada. 

Son corrientes conservadoras que intentan suavizar los efectos del capitalismo socialdemocráta y reformista, mediante una orquestación jurídica estableciendo que el derecho privado da origen al derecho al trabajo y de sociedades y el derecho público organiza los derechos del welfare (Negri): es la impronta de pretender que el derecho produce a la sociedad y no como un hecho social al servicio de los pueblos. 

Menuda tarea tiene Chile, Colombia, en fin nuestros pueblos latinoamericanos, en lo adelante: constituyente originaria no sometida o termidor, igualdad o desigualdad, concentración o distribución del poder, gobierno político y económico de todos y para todos o más poder para las oligarquías y la autocracia. 

Ceder frente a las presiones de los poderes fácticos de las oligarquías, dejando que el sistema neoliberal imponga la libertad del mercado o construir una verdadera democracia decisoria, participativa y protagónica donde el poder del pueblo soberano, convertido en potestas y potentia logre la emancipación, independencia, soberanía y autodeterminación.

 Desatar las fuerzas creadoras, construir un conjunto de condiciones bajo las cuales el hombre pueda efectuar su potencia de la mejor manera (Deleuze) desencadenar relaciones, tejidos y entidades a partir de nuestra práctica política y afectiva, corporal y epistemológica cada vez más en valores y principios de libertad, bien común, igualdad, equidad y justicia social: ése y no otro, debe ser el destino de este nuevo poder constituyente. 

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