Primicias24.com– La globalización impuesta por las corporaciones y bancos desatan conflictos caóticos que no tienen la forma de la guerra entre Estados, solo buscan controlar mediante el desorden infinito, convertido en un fin de dominio, un control del desorden constante.
Imperio del desorden que no busca el cese de los conflictos sino su control desordenado.
Mientras Clausewitz nos dice: “la guerra constituye, por tanto, un acto de fuerza que se lleva a cabo para obligar al adversario a acatar nuestra voluntad”. Se refería a la fuerza física, según él no existe una fuerza moral fuera de los conceptos de ley y de Estado, sino que constituye el medio; imponer nuestra voluntad al enemigo es el objetivo.
Esto es cardinal recordarlo persistentemente. Ciertos sectores interesados parecieran creer que la guerra es solamente el resultado de un cálculo de poder militar, la historia ha demostrado que aunque se gane militarmente, la guerra pudiera perderse políticamente, uno de estos casos: Vietnam, donde su legitimidad nunca caló en la percepción y opinión pública norteamericana y mundial pues jamás creyeron en la legalidad y civismo de las operaciones militares.
Desde G. Washington, cuando pedía a Europa, particularmente a la Santa Alianza no intervenir en los asuntos hemisféricos, EEUU ha elaborado un gran compendio de doctrinas en asuntos internacionales. En 1949, especialistas sostenían que las guerras próximas que pelearía EEUU, implicarían armas no convencionales, con Obama perfeccionaron la doctrina: bloqueos, congelación de fondos, boicots, embargos y lista negra por un lado; subsidios, empréstitos, tratados bilaterales y convenios comerciales por otro. Soft power (poder suave) o empleo de mecanismos diplomáticos de presión.
Caos Constructivo, que genere un clima de malestar, infowar y operaciones psicológicas, promoción de manifestaciones y protestas violentas, ingobernabilidad, finalmente forzar la renuncia del mandatario o jefe de gobierno y la preparación de una intervención militar, a través del aislamiento internacional del país.
Reminiscencia del Arte de la Guerra, de Sun Tzu: “luchar y ganar las batallas no es la suprema excelencia, sino que la suprema excelencia consiste en ganar las batallas sin luchar…todo el arte de la guerra está basado en el uso del engaño, la simulación”.
Engaño como el de la voladura de las Torres Gemelas, que permitió a Bush reescribir la doctrina de seguridad nacional fundamentándose en el ataque preventivo y la imposición de una Ley Patriota que desmontó los fundamentos de la Constitución norteamericana de 1787.
En este contexto de control tecnológico e imposición de un militarismo global para dominar la economía mundial, insurge la propuesta venezolana, triunfante con Chávez y después de su asesinato, perseguida, asfixiada, cercada, debilitada.
Así nuestra doctrina militar amenazada permanentemente mutó y en un ejercicio de metamorfosis estratégica, tomando en cuenta el espacio, el tiempo, la producción (economía y sus formas) y destrucción (la propia guerra y sus formas) incluyó elementos estratégicos y tácticos para convertirse en poderoso disuasivo.
Esa metamorfosis incluyó adquisición de naves y aeronaves, radares, misiles, y otros armamentos, así como la preparación de milicianos que operaran estos y otros equipos, inmenso contingente de hombres y mujeres, entrenados, moralizados y conscientes del papel que les tocaría jugar en caso de un escalamiento del conflicto.
Especial mención merecen los equipos electrónicos rusos, el mejor disuasivo. Sus impulsos electromagnéticos pueden apagar los ojos del contrario sea éste quien sea y definitivamente en esta hora harán la diferencia. La superioridad electrónica que alude nuestro enemigo puede verse severamente afectada por estos equipos, convirtiéndonos en el bachaco en el ojo del tigre, el puerco espín en la pata o en la garganta del león.
Lo asimétrico para neutralizarlo militarmente y en consecuencia políticamente, obligarlo al respeto y al trato igualitario a pesar de los tamaños relativos y disimiles. Esencial es la resolución moral del pueblo venezolano que quiere ser libre de cualquier imperio y dominación.
Hoy, en esta hora crucial, convertimos esa resolución en un credo, e igual a Palacios Fajardo el 5 de julio de 1811, decimos: Venezuela es libre y va a ser independiente; desconózcannos todas las potencias del universo. Venezuela se basta a sí misma, Venezuela triunfará de cuantas se opongan a su felicidad. Todo cede al impulso de la libertad y las fuerzas del hombre libre sólo son comparables a su dignidad. Un terreno dilatado y feroz, poblado de hombres ilustrados y fuertes, es bien acreedor de elevarse al rango de nación.
Venezuela será habitada por hombres libres o el sepulcro funesto de sus actuales moradores. Venezuela será un pueblo independiente o dejará de existir entre los pueblos de la tierra.
Pedimos como él lo pidió entonces, se declare nuestra absoluta independencia de todo poder extranjero, evidente o enmascarado en instancias con apariencia moral o de experticia científica fraudulenta.
Es imperativo de la nación la justicia y tener como Canon a Bolívar, la República y lo humano.
No es sólo una obligación moral, ética, justa, vital, sino patriótica.
MARIA ALEJANDRA DIAZ MARIN
Constituyente