Primicias24.com- Si bien en ese momento nadie pudo interpretarlo como tal, probablemente no ha habido un mayor gesto antimperialista en la historia de los Mundiales de Fútbol, que el protagonizado en México-86 por un jovencito próximo a cumplir 26 años, cuya leyenda comenzaba a levantarse en el balompié mundial.
Cuatro años después de la invasión del decadente Reino Unido al territorio argentino de Las Malvinas y como sutil pero contundente venganza en el plano deportivo, el 22 de junio, en el engramado del Estadio Azteca de Ciudad de México, “la mano de Dios” se materializó en la figura de Diego Armando Maradona, quien con toda la irreverencia que caracterizó su vida, “tumbó” un balón y con sus piernas prodigiosas desbordó a sus rivales hasta herir la portería inglesa.
Minutos más tarde, hizo naufragar a todos los rivales que intentaron infructuosamente en su indetenible carrera hasta anotar el que es considerado el mejor gol en la historia de las Copas del Mundo.
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Comenzaba a labrarse el camino hacia la inmortalidad futbolística y, aunque tampoco nadie podía avizorarlo, también se mostraba un camino en el cual aquel pequeñín de geniales gambetas asumiría contundentes posiciones dentro y fuera de las canchas, desafiando los poderes hegemónicos no sólo deportivos, sino también políticos, que no pocas veces suelen ser los mismos.
Maradona, fue nutriendo de tal manera su conciencia de clase –proveniente como era de extracción muy humillde-, que aun cuando las transnacionales de comunicación solo resaltaban sus hazañas sobre las canchas y sus demonios fuera de ellas, poco a poco fue demostrando que políticamente estaba hecho de otro molde y públicamente lo manifestaba, contrario a la mayoría de sus colegas, tal vez con la única excepción del ya fallecido ex capitán brasileño Sócrates.
Se enfrentó a la poderosísima AFA (Asociación de Fútbol Argentino), a la mismísima FIFA, denunciando los altísimos niveles de corrupción en ambos organismos; asumió contundentes posiciones en defensa de los pueblos oprimidos del mundo, criticó sin tapujos a la oligarquía eclesiástica y asumió de manera incondicional la defensa de las revoluciones de Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Amigo entrañable de los comandantes Fidel Castro y Hugo Chávez, extendió ese sentimiento hacia nuestro presidente Nicolás Maduro Moros. Fue un militante más de la Revolución Bolivariana, con la cual colaboró incluso de manera secreta para combatir el bloqueo imperial.
Su figura trasciende lo futbolístico, lo deportivo, tiene connotaciones universales más allá de las canchas y, como hijo de los pueblos que luchan por su liberación del yugo imperial, al cambiar de paisaje lo lloramos como un militante revolucionario más. ¡Honor y gloria, eterno Maradona! ¡Gracias por tanta siembra!
Por: Jimmy López Morillo