Primicias José Antonio Vargas Lleras es conocido como una de las voces más autorizadas para hablar de energía eléctrica y servicios públicos en Colombia. Pero no siempre ha sido así.
El ejecutivo es heredero de una de las dinastías políticas más conocidas del país. Es el segundo hijo del abogado y banquero Germán Vargas Espinosa y de la hija del expresidente liberal Carlos Lleras Restrepo, Clemencia Lleras de la Fuente.
La muerte de su mamá, cuando era un adolescente, lo acercó mucho a sus hermanos: el mayor, Germán, ex vicepresidente de la República y excandidato presidencial, y el menor, Enrique, abogado que trabaja como árbitro, fue concejal de Bogotá en los 90 y es uno de los miembros más fuertes de la junta directiva de la Cámara de Comercio de Bogotá.
También hizo que los tres “Lleritas” como se les conocía popularmente en los noventa, crecieran bajo la tutela de su abuelo materno, el expresidente Lleras, quien marcó la tendencia política de los tres.
Con sus dos hermanos mantiene una relación muy estrecha, aunque no se involucra en sus aventuras políticas.
Dos fuentes que lo conocen desde hace tiempo, nos contaron que en las campañas presidenciales de Germán se ha mantenido alejado de la parte programática y política, aunque lo acompaña a eventos claves como debates televisivos, como un familiar más.
Lleras arrancó su vida pública siendo columnista del diario El Tiempo, cuando estaba en la universidad, con una sección llamada Don Casimiro.
Estudió Derecho en la Universidad del Rosario, igual que sus hermanos, se especializó en Derecho Comercial en la Universidad de los Andes y luego hizo otra especialización en Derecho de Servicios Públicos.
Su apellido y nombre le ayudaron a entrar al Gobierno del liberal César Gaviria, como director de la Oficina Comercial de Colombia en Madrid, con responsabilidades en España, Portugal, Italia, Reino Unido y el Norte de África, entre 1991 y 1993.
Estando en España conoció a Ernesto Samper Pizano, que era el embajador de Colombia, y se cayeron bien.
“Por alguna razón este funcionario sardino, introvertido, académico y poco entrador, acabó seduciendo con su personalidad discreta al futuro presidente”, escribió la revista Semana en un reportaje publicado en 1994.
Vargas se convirtió en el hombre de confianza del expresidente liberal durante su campaña presidencial de ese año, y una vez ganó Samper lo nombró primero su Secretario Privado y luego el Secretario General de Presidencia.
Desde esos cargos se convirtió en el poder a la sombra de la administración de Samper, convulsionada por el proceso 8.000, en el que el Presidente fue acusado de recibir dineros del narcotráfico durante su campaña, y por el que varios funcionarios renunciaron a su cargo, incluyendo al vicepresidente Humberto de la Calle.
El segundo de los Lleras, que a pesar de su poder no figuraba mucho en medios de comunicación, no renunció y se mantuvo al lado de Samper hasta el final del Gobierno, una posición distinta a la de sus hermanos (Germán era congresista y Enrique, concejal), que tras haberlo apoyado en campaña se alejaron de él.
De hecho, como lo reportó Semana en su momento, a su posesión como Secretario General de Presidencia no asistieron sus hermanos.
Durante los últimos meses del Gobierno de Samper, éste lo nombró embajador ante la Unión Europea, con sede en Bruselas.
Su salto al mundo de la energía lo hizo de la mano de Enrique Peñalosa al volver de Bruselas: en 1999, siendo Alcalde, lo nombró gerente de la Empresa de Energía de Bogotá (EEB).
En ese entonces Vargas Lleras no tenía experiencia en el sector energético, pero sí estaba conectado con Peñalosa pues el padre del alcalde, Enrique Peñalosa Camargo, fue ministro de Agricultura del abuelo de José Antonio, Carlos Lleras.
Llegó cuando estaba firmada la alianza entre la EEB y la española Endesa (que luego compró el grupo italiano Enel), que empujó Mockus en 1997, y que consistía en que los dos serían dueños de las empresas que operaban los negocios de energía eléctrica, Endesa tendría su manejo y la EEB la mayoría de las acciones (y, por lo tanto, de las utilidades).
Ese esquema de semi privatización, que dio lugar a Codensa para distribuir y vender energía y a Emgesa para producirla, resultó exitoso, y significa que Vargas llegó no a manejar una empresa de servicios públicos sino una holding empresarial que manejaba esas utilidades.
En ese cargo lo mantuvo Antanas Mockus durante toda su administración y Lucho Garzón en parte de la de él, hasta que en 2006 lo reemplazó Astrid Martínez.
También manejó negocios clave en la expansión del grupo: la compra de un 40 por ciento de la Red de Energía de Perú, la empresa de transmisión eléctrica más grande de ese país; la adjudicación de la red de transmisión eléctrica entre Colombia y Ecuador; y la entrada al negocio de transporte de gas natural, con la compra de Transcogas, que hoy es una de las líneas de negocio más grandes de la empresa.
En 2006 pasó a ser presidente de las juntas directivas de Codensa y Emgesa. Allí enfrentó el cambio de dueños cuando, en 2009, la italiana Enel compró Endesa en españa, lo que luego le implicó enfrentarse jurídicamente a EEB cuando estalló un sonado pleito jurídico en 2018 que incluyó convocar cerca de 40 procesos legales en tribunales de arbitramento y juzgados, que están por resolverse.
También está en la junta directiva de Enel Américas, que maneja los negocios de la empresa italiana en todo el continente, una muestra de que es uno de los ejecutivos más importantes del el sector en Colombia y América Latina.
De hecho, ha sido miembro de la junta directiva de Andesco, el gremio de empresas de servicios públicos, representante de Colombia y presidente del Comité de Integración Energética Regional (una iniciativa latinoamericana de empresas de energía que promueve la interconexión eléctrica entre países), y presidente para Colombia y vicepresidente para América Latina del Consejo Mundial de Energía, una de las organizaciones internacionales más influyentes en temas de políticas públicas de energía.
En este último cargo ha tenido visibilidad como vocero del Consejo en varios eventos en Colombia para promover los principios de la organización que se resumen en que la prioridad de las políticas energéticas debe ser tener una cobertura energética buena, barata y sostenible ambientalmente. El Consejo hace un ranking mundial de los países que más cumplen con esos criterios y tira línea a los Gobiernos sobre qué deben hacer para mejorar.
“Es uno de los personajes más influyentes y referentes del sector energético en Colombia y América Latina, conocedor a profundidad de todos y cada uno de las actividades del sector”, nos dijo Ricardo Roa, colombiano que gerencia Empresa de Energía de Honduras, y que lo conoce desde hace 20 años.
Por La Silla Vacía