Primicias24.com- El artista británico Lucian Freud (1922-2011), referente de la pintura figurativa del siglo XX, «era egoísta» pero no por capricho sino «con un propósito»: dedicarse en cuerpo y alma a su arte, afirma el que fue su ayudante durante 20 años, David Dawson.
Dawson atiende a un grupo de periodistas españoles en la casa-estudio en Kensington (Londres) que heredó del afamado pintor -nieto del creador del psicoanálisis, Sigmund Freud-, de quien también gestiona su legado artístico.
Aunque tuvo catorce hijos reconocidos de múltiples relaciones, Freud siempre vivió solo, y optó por no dejar esa herencia a su familia al pensar que «no se pondrían de acuerdo para tomar decisiones», opina su asistente personal.
Este pintor y fotógrafo, que fue en ocasiones modelo de su jefe, abre excepcionalmente las puertas de su residencia con motivo de una gran retrospectiva por el centenario del nacimiento de Lucian Freud, que en 2023 llegará a España.
«Lucian Freud. Nuevas Perspectivas» se mostrará en el Museo Thyssen de Madrid del 14 de febrero al 18 de junio, tras exponerse en la National Gallery londinense del 1 de octubre hasta el próximo 22 de enero.
La muestra, comisariada por Daniel Herrmann y Paloma Alarcó, trata de ofrecer un punto de vista fresco, menos biográfico y psicoanalítico, de la producción de uno de los pintores británicos modernos más cotizados, tan conocido por su subversiva obra como por su vida de excesos.
Dawson muestra el lugar de trabajo del artista, que está como éste lo dejó a su muerte el 20 de julio de 2011: paredes con restos de pintura, trapos amontonados en el suelo, un caballete, paletas, cientos de pinceles y el desvencijado mobiliario que aparecía en sus cuadros.
«Freud tenía una gran determinación, era muy egoísta, jamás hizo concesiones en ningún aspecto de su vida», explica quien fue su ayudante desde 1990, que diariamente le preparaba los materiales, le acompañaba en comidas y hacía recados.
«Pero era egoísta con un propósito, para pintar, era su prioridad absoluta», aclara.
El objetivo del artista nacido en Berlín el 8 de diciembre de 1922 era «hacer el mejor retrato posible en cada ocasión», para lo que hacía posar a sus modelos durante al menos cuatro horas al día, a veces durante más de un año.
Dawson explica que, aunque en esas largas sesiones uno «experimentaba todo tipo de emociones», al final «la gente volvía» porque Freud «era buena compañía, divertido y culto».
No muy alto, enjuto y con una mirada penetrante, el artista, que salía poco, pintaba de pie, con el caballete ladeado, moviéndose constantemente, «con una energía nerviosa» que le hacía el proceso duro.
«Empezaba en un área pequeña y la iba ampliando. Esa lentitud en el proceso permitía al modelo ser cada vez más él», cuenta el antiguo asistente, que confiesa que a él le «encantaba» posar para el maestro.
Dawson, que actualmente planea una exposición personal -paisajes capturados en su pueblo natal en Gales-, revela que Freud pintó a la reina Isabel II a petición propia -«le llamaba la atención su figura de soberana»-, aunque tuvo que adaptar su método.
«Fue el único retrato hecho fuera del estudio y solo pudo contar con veinte sesiones de posado de dos horas cada una» (en lugar de las centenares habituales), pero ambos congeniaron porque «eran de la misma edad y apasionados por los caballos».
Ese pequeño retrato de la reina, fallecida el pasado 8 de septiembre, es una de las más de 60 piezas que alberga esta exposición, que explora de manera más o menos cronológica las principales temáticas del artista.
Así, «Llegar a ser Freud» recoge sus primeros lienzos, algo más rígidos, mientras que «Primeros retratos» ya refleja su deseo de capturar la esencia de sus modelos, siempre gente de su entorno y nunca por encargo.
«Intimidad» reconoce su predilección por pintar a sus conocidos y «Poder» reúne obras de personajes famosos. «El estudio» se centra en su espacio de creación y «La carne» aborda esos desnudos francos que evidencian su profunda observación del cuerpo humano.