Por Leopoldo Puchi
Esta semana, en la convención republicana celebrada en Filadelfia, la candidatura de Donald Trump fue ratificada por unanimidad para las próximas elecciones presidenciales. El tiroteo, lejos de debilitar a Trump, ha aumentado su popularidad y podría asegurarle un segundo mandato. La imagen de Trump levantando el puño se ha convertido en un símbolo que consolida su posición.
La historia de Estados Unidos está marcada por intentos de asesinatos y magnicidios. En 1968, Robert Kennedy, aspirante a la candidatura presidencial del Partido Demócrata, fue asesinado en Los Ángeles, solo meses después del asesinato de Martin Luther King. Los presidentes en ejercicio también han sido blancos mortales: Abraham Lincoln en 1865, seguido de James Garfield en 1881, William McKinley en 1901 y John Kennedy en 1963. El último intento ocurrió en 1981, cuando Ronald Reagan sobrevivió a un atentado que también incrementó su popularidad.
INTERROGANTES
En América Latina, especialmente en Venezuela, debemos observar de cerca cómo los eventos recientes en Estados Unidos pueden moldear no solo la política interna estadounidense, sino también las relaciones con la región y, en particular, el futuro de las relaciones entre Washington y Caracas. De lo acontecido surgen diversas interrogantes: ¿Cómo afectará este suceso al proceso político venezolano? ¿Cómo influirá un posible triunfo de Trump en la toma de decisiones relacionadas con las elecciones del 28 de julio?
LARGA VIDA
Cuando se conoció el intento de asesinato de Trump, Nicolás Maduro emitió una declaración condenatoria y deseó larga vida al expresidente. Este gesto es significativo, especialmente si se recuerda que, en 2018, cuando Maduro fue blanco de un atentado con drones, el entonces presidente estadounidense no condenó el intento de magnicidio.
Esta actitud no solo evidencia el espíritu de los latinoamericanos respecto a un crimen, incluso contra un adversario, sino que también muestra una disposición a reconocer que el mundo está en constante cambio y que no hay razón para aferrarse a esquemas políticos que el tiempo modifica.
ESCENARIO MADURO
Si Donald Trump gana en 2024 y Maduro sigue en el poder en 2025, el futuro de la política estadounidense hacia Venezuela presenta varias incógnitas. Aunque podríamos anticipar una prolongación, e incluso un endurecimiento, de la línea contra de Venezuela, en política las cosas no son siempre como parecen.
Trump, conocido por sus giros inesperados, podría optar por una táctica distinta en su segundo mandato. En lugar de seguir con la estrategia de «máxima presión», podría basarse en los valores republicanos del conservadurismo clásico, que favorecen una menor intervención en la política de otros países. Este cambio de rumbo no sería sorprendente, dada la profunda decepción y el descontento de Trump con los líderes de la oposición venezolana. Además, sus conexiones con Rusia y su interés persistente en el petróleo venezolano podrían impulsar un acuerdo de cooperación que garantice el acceso a este recurso estratégico.
ESCENARIO GONZÁLEZ
Si Trump regresa a la Casa Blanca y Edmundo González accede al gobierno en 2025, podríamos anticipar una relación estrecha, dado que González ha sido el candidato impulsado por Estados Unidos. Sin embargo, no hay garantías de que Trump respete los acuerdos que se habrían alcanzado con la administración Biden para facilitar la alternancia en el Ejecutivo venezolano.
Con Trump en la presidencia, un eventual nuevo gobierno venezolano, caracterizado por su naturaleza bicéfala y la falta de un liderazgo claro, podría recibir un fuerte estímulo para abandonar cualquier intento de negociaciones, convivencia y cohabitación. En su lugar, la administración de Trump podría alentar una confrontación directa, que desataría conflictos entre los poderes públicos y enfrentamientos en las calles.
PARADOJAS
Un segundo mandato de Trump introduce un nuevo elemento de incertidumbre en el proceso político de Venezuela, sin importar quién salga victorioso en las elecciones del 28 de julio. Si Maduro prevalece, el pasado fracaso de Trump en su intento de derrocarlo podría, irónicamente, abrir la puerta a un entendimiento más pragmático entre ambas naciones. Por otro lado, una alianza estrecha de Trump con un nuevo gobierno de la actual oposición podría clausurar las oportunidades de diálogo interno y cohabitación. En cualquier caso, el regreso de Trump representa una era de incertidumbre e inestabilidad.