Primicias24.com- El 12 de marzo de 1967, falleció en el Hospital Pérez de León de Petare, a la edad de 74 años. El pintor que había ingresado al centro asistencial, el 17 de febrero, tras agudizarse sus múltiples problemas de salud.
Bárbaro Rivas, fue reconocido como un pintor “ingenuo” que se guiaba por la intuición, “sin norma ni maestro” a la hora de crear; lo que lo llevaba a obtener muchas formas, colores, temas y significados provenientes de su expresividad más íntima.
La historiografía venezolana debe al crítico Francisco Da Antonio, el hallazgo de tan particular artista en 1949 y su puesta en circulación ante el público, al incorporar varias de sus pinturas en la exposición “Siete Pintores Primitivos y Espontáneos de Petare”. Desde entonces, Rivas fue reconocido como el “el iluminado de Petare”.
Retrospectiva
El artista nació en Petare, el 4 de diciembre de 1893. No se sabe quiénes fueron sus padres; sin embargo, según diversos relatos, el artista fue acogido por un humilde matrimonio.
Trabajó como banderero del ferrocarril de los Valles del Tuy, aunque tuvo desde muy joven, un estado de salud muy inestables que lo alejaba de la vida cotidiana. Justo en esos vaivenes, sucumbió en la exploración de la pintura, a partir de 1925.
Sus primeras obras las hizo en las paredes externas de su casa. Posteriormente, se las ingenió para producir obras de pequeño formado en esmalte, sobre plancha de latón, de las que aún se conservan: “El rebaño” y “Paisaje de Baruta”.
La mujer que lo crió, a quien consideraba su madre, murió en los años 30. Desde entonces, Rivas se radicó en las inmediaciones de El Calvario, en Petare. De esos años se conocen las pinturas “Cristo yacente” (1934); “Domingo de Ramos” y “La palomera”, trabajos que reflejan la temática religiosa, que con el paso del tiempo, protagonizaba aún mas, sus creaciones.
En 1940 sus pinturas se consolidaron en el hecho religioso del “arte plástico ingenuo”, que la crítica señala como característico de los primitivos renacentistas, al ofrecer en un mismo plano diversas secuencias de una misma acción, en obras anecdóticas y religiosas.
1956, es el año en que el nombre de Bárbaro Rivas fue consolidado en el país, tras dedicársele una retrospectiva en el Museo de Bellas de Artes, en Caracas. Meses después, su obra dio un salto al panorama artístico internacional, cuando su trabajo fue sumado a la muestra que Venezuela envió a la Bienal de Sao Paulo, donde obtuvo una mención honorífica.
En 1962 el artista autodidacta, participó con Feliciano Carvallo y Víctor Millán en la exposición “Naives painters of Latin America”, organizada por la Duke University (Durham, Carolina del Norte). En 1965 fue incluido en “Evaluación de la pintura latinoamericana, años 1960” en el antiguo Ateneo de Caracas y, en 1967, en “Primitivos actuales de América, en el Museo de Arte Moderno”, en Madrid.
En 1960 Rivas ganó el “Premio Arístides Rojas”; sin embargo, al año siguiente fue engañado por un macabro personaje que el artista identificó como “el alemán”, quien le arrebató sus obras. La experiencia, junto con el continuado despojo y engaño a que era sometido por parte de “amigos”, le provocaron muchas crisis de salud, lo que lo condujo a una mayor marginación social.
En 1966 fue instalada en la Galería 22 de Caracas, la última de las exposiciones celebradas en la vida del pintor. Durante once meses, Rivas pintó más de sesenta cuadros.
El éxito de la muestra fue completo. El 90% de las obras fueron vendidas y se obtuvo ingresos que pudieron mejorar la vida del artista; pero el dinero jamás llegó a sus manos, dado que se consideraba que Rivas no estaba en condiciones de administrarlo, debido a sus “constantes problemas de salud”.
