Cientos de personas en la época fallecían anualmente por la mordedura de un animal infectado con el virus
Primicias24- Louis Pasteur, químico francés, probó por primera vez una vacuna contra la rabia el seis de julio de 1885, en un niño de nueve años de edad que fue mordido por un perro que padecía de rabia, mientras iba de camino a la escuela, aunque el inventor se podría meter en un problema legal de no probar lo suficiente la vacuna antes de administrársela al menor.
Sin embargo, Pasteur decidió tratar al niño, llamado Joseph Meister, con un virus de la enfermedad que antes fue administrado en conejos, que anteriormente se había aplicado en perros, siendo un éxito tras inyectar al niño por 10 días seguidos y gracias a ello, lo que permitió que no desarrollara la enfermedad. Gracias a su invención logró colocar en marcha la creación del Instituto Pasteur.
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Debido al éxito del tratamiento, una vez que el niño se convirtió en adulto decidió trabajar en el instituto de su salvador, donde se desempeñó como portero hasta que en 1940 los alemanes ingresaron a París y llegaron al instituto solicitándole a Meister abrir el sarcófago donde reposaban los restos de Pasteur, quien había fallecido en 1895 a causa de su débil estado de salud, este pidió permiso para buscar las llaves en su dormitorio, per minutos más tarde los soldados oyeron un disparo, fue Meister que se quitó la vida antes de abrir la cripta.
Enfermedad de la rabia
Para la época anualmente la rabia, enfermedad que se transmite por medio de la saliva de un animal infectado, causaba la muerte de cientos de humanos en toda Europa, quienes recibían el mordisco de un infectado, en algunos casos no manifestaban síntomas luego de los 12 meses, por lo que el virus se iba incubando en la sangre, pasado este tiempo, las personas presentaban convulsiones, alucinaciones y horror al agua, falleciendo al cuarto día.
Pasteur estudiaba la creación de una vacuna inoculando en conejos saliva y masa encefálica de perros, desde que comenzó su investigación en 1881. Para 1884 secó fragmentos de médula espinal de los conejos infectados en frascos con potasa cáustica e inyectó dicha emulsión a animales de laboratorio, lo que redujo considerablemente la enfermedad, descubriendo que era una vacuna que podría salvar la vida de las víctimas con mordedura que no habían desarrollado los síntomas.
